victoria

lunes, 18 de marzo de 2013

Mi cuento sobre la igualdad

 


En un pequeño pueblo llamado "Martos" ocurrió una vez una historia que se extendió por todo el mundo. Aquel pueblo antes era más grande, pero lo "partieron" en dos, la mitad para los hombres y la otra mitad para las mujeres, en la mitad de las mujeres no había dinero, ya que los hombres se lo habían llevado todo a su parte, porque las mujeres se negaban a hacer todos los trabajos y no tenían las mismas ideas y pensamientos que ellas.

La parte de los hombres, aunque tuvieran dinero estaba muy sucio, desordenado y apestaba. El pueblo de las mujeres era todo lo contrario, era muy bonito, estaba muy bien cuidado, tenía todas las fachadas blancas cómo la espuma del mar, y los miles de colores de las flores que había en los balcones estaban muy bien cuidados, la plaza que tenían no era muy grande, pero tenía la fuente más limpia que jamás se hubiera visto.

Las mujeres de allí, ese último año habían hecho un gran esfuerzo para que el pueblo estuviera así de limpio y adornado, querían que les diesen el premio al mejor pueblo de Europa, (el premio era de cien mil euros), lo habían intentado ya varios años pero siempre había ocurrido alguna desgracia en el último momento (porque los hombres del otro pueblo se lo habían estropeado todo). Ese año era el último que daban el premio, y querían ganar, ya habían descartado a bastantes y quedaban los finalistas, y ese pueblo por suerte estaba entre ellos. Sólo faltaba un día, tendrían que estar alerta para que los hombres no hicieran nada y pudieran ganar ese gran premio, tenían que ganarlo y demostrarles a los hombres que ellas también podían hacer grandes cosas sin ayuda de ellos.

Llegó el día en el que darían el premio, las mujeres habían conseguido mantenerse despiertas y el pueblo seguía igual de bonito y cuidado. Al final, después de tanto trabajo y esfuerzo...¡habían conseguido el premio! Todas se pusieron muy contentas y celebraron una gran fiesta, y a partir de ese día, los hombres comprendieron que las mujeres y ellos tenían los mismos derechos y deberes, aunque el premio se lo repartieron entre ellas y no lo compartieron con los hombres, porque claro, ellas habían hecho todo el trabajo, los hombres no se quedaron muy convencidos de eso, y discutieron durante bastante rato.

-¡Nosotras hemos sido las que hemos trabajado y nos merecemos el premio, aunque hayamos juntado las dos partes del pueblo otra vez y vosotros hayáis entendido que tenemos los mismos derechos y deberes el  premio es nuestro!- exclamaban todas.

-Ya sabemos que vosotras habéis sido las que habéis trabajado, y también sabemos que todos somos iguales, pero, ¿no podríais ser un poco generosas? - respondían algunos hombres.

-No, no podemos ser generosas con vosotros porque os llevasteis todo el dinero cuándo partimos el pueblo y hemos tenido que trabajar muy duro para poder seguir pagándolo todo, así que ahora no pidáis nada, porque no os lo merecéis- contestaban muy decididas.

Los hombres se pararon a pensar un poco, y algunos pensaron que las mujeres llevaban razón, así que dejaron de discutir y el pueblo volvió a la paz y a la armonía después de tantos años.

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