En
un lejano lugar, ¡quién sabe dónde! se había formado un extraño
país llamado Mundo. Este país estaba gobernado por un rey, el cual
tenía que llevar obligatoriamente el nombre de Año. Por aquel
tiempo gobernaba el Año I, quién tenía tres serviciales
sirvientes; Primavera, Invierno y Otoño.
Primavera
era una encantadora señorita muy coqueta y presumida.
Otoño
era un señor muy triste y melancólico y el Invierno era un
caballero muy severo. El Otoño y el Invierno estaban enamorados de
la Primavera, a la cual se habían declarado varias veces, pero como
esta era muy tímida no acababa de decidirse por ninguno. Un buen
día, la Primavera que estaba mirándose en el espejo, pensó:
-
Ya es hora de que encuentre marido, así que tendré que decidirme
por uno de los dos.
...Y
se puso a imaginar: el Otoño es un buen hombre, pero ¡con lo alegre
que soy yo!, ...¿cómo podría yo vivir con un señor tan triste y
melancólico? Por otra parte, el Invierno también la quería...
¡pero era tan severo! Así que, cómo no acababa de decidirse,
decidió esperar algún tiempo más y pensarlo bien.
Mientras
tanto el Año I se disponía a cumplir sus 300 días, porque el año
sólo vivía 365 días, así que decidió pasarlos en compañía de
sus familiares. Hizo llamar a sus primos los meses, con sus
respectivas esposas las semanas. El rey pensó que harían falta más
mozos para poder servir a toda aquella gente, por lo que contrató a
tres sirvientes más. Todo el mundo lo pasó bomba en el 300
cumpleaños del Año I y sobre todo la Primavera, que pasó toda la
noche bailando con su amigo el Verano, uno de los tres sirvientes que
contrató el rey, mientras que el Otoño y el Invierno se morían de
rabia.
El Verano y la Primavera se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en
común y empezaron a tomarse cariño, hasta que un cierto día el Verano se declaró a la Primavera y esta muy coqueta aceptó. Cuando
el Otoño y el Invierno se enteraron de esto, se enfurecieron
muchísimo y desde aquel día hicieron todo lo posible por molestar
al Verano. El Invierno hizo venir a su inseparable amiga la Lluvia y
la mandó a coquetear con el Verano, cosa que a la Primavera no le
gustó nada. Poco a poco aquello se convirtió en una continua lucha
entre los tres enamorados sirvientes, hasta el punto de que la
encantadora Primavera no pudo soportar mas aquella angustiosa
situación y decidió marcharse, no sin antes, pedir permiso al
simpático señor Año I. El rey, que quería a la Primavera como a
su propia hija quiso saber el motivo de su marcha. Ella le explicó
todo lo que estaba ocurriendo.
El
rey hizo llamar a los tres sirvientes y después de charlar un rato
con ellos, llamó a la Primavera y le dijo:
-
¿Quieres casarte con el Verano el día de mi despedida?
La Primavera no vaciló en responder:
-
Sí quiero.
Así
que prepararon todo lo necesario para la boda y el mismo día en que
el rey cumplía sus 365 días, la Primavera y el Verano se casaron en
una solemne ceremonia, a la que asistieron, el Invierno y el Otoño,
después de pedirle perdón a la novia. Los meses, las semanas y
muchísimas personalidades más.
Al
día siguiente los novios marcharon a la luna de miel. El Invierno y
el Otoño también marcharon de vacaciones y el Año I se retiró a
un apartado rincón donde poder descansar. Mientras tanto el Año II
se disponía a tomar posesión de su cargo como rey del Mundo.
Pasó
algún tiempo y...el Invierno se casó con su inseparable amiga la
Lluvia, el Otoño se quedó soltero para toda la vida ¡el pobre era
tan triste! Nuestros amigos la Primavera y el Verano tuvieron un
precioso niño al que pusieron de nombre Calor, este chico era muy
travieso y se parecía muchísimo a su papá. Y cada vez que entra a
reinar un año nuevo, nuestros amigos vienen a visitarlo. Primero
viene el Invierno acompañado de su esposa la Lluvia y a veces sus
amigos, el Granizo, el Viento, la Nieve y la Escarcha. Después viene
la Primavera, tan coqueta como siempre. Y al marcharse esta viene su
marido, el Verano acompañado de su hijito el Calor. Y vosotros os
preguntareis: ¿por qué no vienen los dos juntos? Pues por una razón
muy sencilla, a la Primavera le dan las vacaciones antes que a su
marido el Verano, pero ¿quién sabe?, tal vez algún día coincidan
las vacaciones y puedan venir los tres juntos a visitar al año
nuevo. Por último viene el Otoño tan triste y melancólico como
siempre.
¡Ah!
Y se me olvidaba decir que algunos años eran más presumidos que
otros y se cuidaban más, se alimentaban mejor, hacían deporte,
echaban la siesta de vez en cuando y como consecuencia de esto su
mandato se alargaba un día más, es decir 366 días, y les llamaban
Años Bisiestos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario